TROMPADAS AJENAS







  
TROMPADAS AJENAS


¿Y qué quieren que les diga? Las murallas de Cartagena no me dejan dormir. Que si la pintura, que si la privatización, que si el patrimonio, que si los piratas nocturnos escoltados por la banca, que si las atacan, las amordazan, las saquean, les derraman un pote de pintura en la cara, agarran el botín y salen corriendo. El tintineo de las monedas de oro no me deja dormir. Cartageneros, esta vaina es con nosotros. Las murallas son nuestra historia, nuestra memoria, allí vieron la luz muchos de nuestros relatos, cantos y dolores, nuestros bailes y carnavales, las historias de guerreros y enamorados que festejaron sus escondites, la bulla de los pelaitos que volaron barriletes en agosto y jugaron bolita e trapo por la tarde, mucho antes de que la ONU las llamara patrimonio de la humanidad. Por eso, si las atacan, nos atacan, porque son el testimonio de lo que somos, de nuestras fiestas y batallas, de la algarabía de la vida y del grito sordo de nuestros muertos. Y si queremos que las cosas cambien, tenemos que comenzar por nostros mismos y aceptar que estamos solos, porque en las batallas de piratas no existe solidaridad alguna. Cualquiera que se las pique de Francis Drake sabe que La Heroica es una mina de oro mal administrada y que a los poderosos de esta ciudad poco les importa su suerte: vivimos en un país de saqueadores y de regiones, con un sinnúmero de idiosincracias y culturas que funcionan a codazos, encaramándose las unas sobre las otras tratando de sacar la mejor tajada de su relato histórico y cultural para cumplir con las dolarizadas doctrinas de una economía naranja experta en espectacularizar, farandulizar y globalizar tradiciones para convertirlas en el mejor negocio del mundo. Y es ahí donde la puerca tuerce el rabo, porque el fin último de la piratería y las industrias culturales es vivir de las trompadas ajenas, lucrarse de la codicia empresarial y sacarle jugo a la masiva llegada de turistas que irán directo a las regiones que enarbolen los mejores y más rentables atributos históricos y culturales, aunque para lograrlo tengan que inventarlos. En eso andamos en este remedo de país, porque la pelea es peleando. El episodio de las murallas pintadas con brocha gorda en Cartagena nos recuerda lo que ya sabemos: que el enemigo de las moneditras de oro duerme con nosotros, que somos avivatos depredadores y que el fracaso de una región, es la victoria de otra. Levántate cartagenero, defiende lo tuyo.

Muriel Angulo
Septiembre 2021














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