CRÍTICA
INSOLENCIA VIRREINAL
Respuesta a Alvaro Restrepo*
"¿Cartagena se derrumba y los esclavos de
rumba?" Así, con esta frase llena de soberbia y descarnadamente racista,
el bailarín Alvaro Restrepo da inicio a su diatriba contra las fiestas de
Independencia de Cartagena que este 11 de noviembre cumplieron 205 años de
celebración popular, en una columna escrita especialmente para el periódico
centralista El Tiempo de Bogotá, utilizando un lenguaje excluyente y xenofobico
que ratifica la tara discriminatoria que desde los tiempos coloniales sigue
intacta en boca de los cartageneros blancos que exudan soberbia y superioridad
y que oculta la lacra histórica del esclavista que ha generado e
institucionalizado una sociedad de castas en donde solo las clases
privilegiadas tienen derecho al placer y a la diversión mientras el pueblo raso
debe trabajar día y noche para ellos. Me pregunto si el Colegio del cuerpo
dirigido por el señor Restrepo hace parte de uno de estos eximios espectáculos
que según sus palabras permiten a la masa acceder a la exquisita superioridad
cultural en la que se sitúa el bailarín. ¿Que pensarían de esta humillación
neocolonial el escritor, antropólogo y médico cordobés Manuel Zapata Olivella y
su hermana Delia Zapata Olivella gran bailarina y folclorista, ambos grandes
defensores de nuestra herencia africana? ¡Cultura o barbarie! parece repetir el
afamado director ignorando que las tradiciones ancestrales son la fuente en
donde beben todas las músicas y las danzas que permanecen en el tiempo. Olvida
que las Fiestas de Independencia de Cartagena no son una feria, ni un bazar, ni
una festividad cualquiera como despectivamente el pretende demostrar, sino la
celebración de un importante hito que el 11 de noviembre de 1811 partió en dos
la historia de la ciudad, de la región Caribe y de Colombia. Un carnaval
heredero de los cabildos de negros y los toques de tambores que celebraban
desde la colonia los hijos de Chango y Yemaya en la ciudad, junto a los areitos
que festejaban la herencia de nuestra familia Caribe, celebraciones que se
convirtieron en la gran fiesta popular que hace 205 años celebra el día en que
Pedro Romero, acompañado de los lanceros de Getsemani, lograron no sólo nuestra
independencia absoluta de España y de la Nueva Granada sino la libertad de los
negros y mulatos de Cartagena convirtiéndolos en ciudadanos libres con
derechos, aboliendo así la humillante condición de esclavos impuesta desde
Cádiz por Fernando VII y defendida por la Nueva Granada que continuaba fiel a
la monarquia española. Una fiesta centenaria que sigue viva y candente a pesar
de la invisibilizacion a la que han querido someterla los cartageneros blancos
desde hace más de un siglo, emitiendo normas y decretos que prohibían a
"la turba de negros" bailar por las calles de la ciudad con la única
intención de ocultar a la Cartagena negra e impedir que "sus movimientos
insolentes y atrevidos" perturbaran las buenas costumbres que los blancos
cartageneros alentados por el régimen católico e inquisidor que los había
satanizado para siempre. Un pecado original que se agiganta de generation en
generacion, porque no existe blanco que se respete excento de herencias
malditas en una ciudad como esta. Si leemos detenidamente la desafortunada
columna de Alvaro Restrepo, publicada -para nuestra desgracia- en un periódico
centralista y lo analizamos a la luz de los acontecimientos, vemos como después
de un siglo la historia se repite. Y que casualidad que sea ahora, cuando las
Fiestas están a un paso de ser declaradas Patrimonio cultural e inmaterial de
la nación, vemos cómo sus blancos enemigos regresan como vampiros enardecidos
tratando de devorarlas de nuevo. Pero lo que más me sorprende, es que las
condenas y recriminaciones que utiliza Restrepo para justificar la prohibición
del goce y ordenar el inmediato trabajo forzado del esclavo, sigan
desconociendo al esclavista que continúa generando la inequidad social, la
desigualdad y la injusticia. ¿Será que el director del colegio del cuerpo
pretende domesticar el cuerpo rebelde y festivo de nuestra herencia africana,
amanerándolo a la medida de la estética nazi que aborrecía lo popular y amaba
la perfección, la pureza y el clasicismo que era para los arios la más sublime
expresión de la belleza? Olvida Restrepo que el baile es una de las más fuertes
expresiones de resistencia de los pueblos. ¡"Alta cultura" o
barbarie! parece repetir. ¿Acaso no es barbarie que la clase alta cartagenera
haya perpetuado la ley de castas del pasado manteniendo en la miseria y la
ignorancia a las poblaciones más vulnerables de la ciudad? ¿Esa es la cultura
elitista a la que se refiere? ¿Con que derecho e insolencia virreinal le ordena
al pueblo callar sus cantos, esconder sus picós, suspender sus bailes y amputar
sus tradiciones ordenándoles ejercer un trabajo indigno y ocultando la
responsabilidad histórica que tienen los cartageneros blancos en la
explotación, la segregacion y la criminalizacion de una población con hambre
por culpa de su codicia? Es acaso la búsqueda de la igualdad y la exigencia del
cumplimiento de todos sus derechos lo que no pueden soportar? Sigo pensando que
mientras escribia su airada columna, el señor Restrepo escuchaba plácidamente
las Valkirias de Richard Wagner, mientras afuera, en las calles calientes, la
algarabia pikotera cumplía con su champetero ritual de hacer gozar a la gente.
Es en esa genuina alegría de los negros en donde radica la violenta rabia de
los blancos.
Cabildo de Getsemaní. Fiestas de la Independencia de Cartagena.
Muriel Angulo
Cartagena, noviembre 2017
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