TENDRÁS QUE MATARME PARA VENCERME
El arte abstracto es para
los pájaros, decía Picasso. Y es que vista desde el cielo,
Cartagena luce irrealmente bella. El mar Caribe que bordea la ciudad
amurallada, la blanca mancha de edificios que navega sobre el mar, el cielo
azul con sus atardeceres que parecen predestinados solo para ella. Pero si
cerramos un poco los ojos y hacemos foco para mirar mas claramente su belleza, vemos
al cerro de la Popa saliendo desde adentro para mirar el mar y despertamos de
nuestro sueño al descubrir a miles de cartageneros expulsados de sus tierras
ancestrales caminando loma arriba para sembrar su casa, mientras la Ciénaga de
la Virgen agoniza putrefacta, invadida por casitas apiñadas, manglares moribundos,
basuras y desperdicios. Del otro lado, los blancos edificios, flotan sobre la
indiferencia de sus blancos dueños.
Tendrás que
matarme para vencerme, fueron las
palabras que un campeón de boxeo bolivarense le dijo a su
rival antes de subir al ring, como si de paso le estuviera recordando a la
sociedad el verdadero significado de su victoria. Y es que la exclusión y la
pobreza extrema han convertido a Cartagena en la segunda ciudad mas desigual de
Colombia: defenderse a puño limpio de la
avaricia ajena y de los paraísos privados ha sido un
cotidiano acto de resistencia. A pesar de que la igualdad está consagrada en
nuestra constitución como un derecho inalienable, la gran mayoría de la
población aborigen y afrodescendiente sigue esperando que el sueño se realice. Es
por eso que la champeta, los picós, la tradición oral, la jerga atrevida, el cuerpo
insolente, el baile atrevido, el arte y la búsqueda de reconocimiento a través
de la música y el deporte, se convierten en actos de resistencia y rebeldía que
a pesar de su contundencia quedan registrados como eventos exóticos y reducidos
a las secciones de diversión y entretenimiento por unos medios de comunicación que
discriminan mientras ocultan la responsabilidad que tiene la clase blanca y
privilegiada de Cartagena en la segregación y la pobreza que asfixia la ciudad.
No hay que olvidar que detrás de cada
medio de comunicación existen poderes económicos, políticos y sociales que
vigilan paso a paso la manera en que se construye la
noticia, ejerciendo un perverso control sobre el imaginario social de la
ciudadanía.
Por eso es de vital importancia preguntarse: ¿De qué manera y para quién
informan los medios de comunicación en Cartagena? ¿Sobre que se habla, qué
noticias registran? ¿A quién, como, donde, por qué y para qué se visibiliza o
invisibiliza? ¿Cómo y a quién se nombra? ¿Por qué se ocultan las causas históricas
del hambre y la discriminación en la ciudad? ¿Por qué la prensa escrita no le
pone el casacabel al gato de la codicia inmobiliaria culpable de los
desplazamientos internos y de la expulsión de los verdaderos dueños de los territorios
ancestrales y afrodescendientes de la ciudad? ¿Por qué se hacen los locos ante el
negocio de la prostitución que se alimenta de la pobreza, la desigualdad y la
ignorancia? ¿Por qué las empresas turísticas no invierten en en la ciudad de la
cual se benefician? ¿A quiénes les conviene una sociedad fragmentada, desinformada
y subalterna? La acción de ocultar, desinformar y manipular la compleja realidad
cartagenera, poniéndola perversamente al servicio de los oligopolios
regionales, nacionales y extranjeros, convierte a los medios de comunicación en
cómplices de la exclusión, la estratificación y el hambre que existe en la
ciudad y en un club privado que se alimenta de la “limpieza social” mediática
que ellos mismos generan, privilegiando el orden establecido y posicionando a
la clase blanca, social y economicamente poderosa, sobre los demás grupos raciales
de de la ciudad.
Cualquiera que abra desprevenidamente un periódico en la Heroica,
conocerá de primera mano la manera en que se construye el racismo en una ciudad
que es cruce de culturas y cuya población afrodescendiente y aborigen carece de
los mas mínimos derechos. Si queremos construir una sociedad justa e incluyente,
los medios de comunicación tendrán que abolir los métodos históricamente
utilizados en la fabricación del imaginario colectivo de los cartageneros, un
sistema discriminatorio que ha impulsado la división entre blancos y negros,
ricos y pobres en una suerte de apartheid camuflado, invisibilizando procesos
humanos y culturales, avivando la brecha social y propiciando la ocupación
neocolonial y centralista de nuestro territorio. Por eso, mientras esto ocurre,
debemos seguir dudando, desconfiando y leyendo entre líneas, tratando de unir,
vincular y relacionar todo aquello que las empresas de comunicación muy
habilmente ocultan, manipulan y fragmentan a su antojo.
Tendrás que
matarme para vencerme es una
propuesta plástica que habla de la discriminación y resistencia de las
poblaciones ancestrales de Cartagena ante las agresiones de una sociedad blanca
que destierra y discrimina, apoyada por unos medios de comunicación que han
servido de voceros históricos a sus planes de segregación y exclusión. A partir
de algunas imágenes y textos tomados de la prensa escrita cartagenera y a
través del collage, construyo un
territorio comanche, un espacio en disputa en donde hacen vida diferentes fuerzas
y narrativas que evidencian aquello
que se oculta, invisibiliza, fragmenta y manipula en la fabricación de la
noticia, en beneficio de aquellos que la financian y en detrimento de toda una
población que sufre las consecuencias de sus invisibilizaciones, vejámenes y
atropellos.
Muriel Angulo
Noviembre de 2017
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