HABLADURÍAS SOBRE EL ARTE CARTAGENERO
Para
hablar con propiedad sobre la salud del Arte cartagenero, es necesario volver
en la historia y traer a la memoria el Sitio de Cartagena, una maldición que
sigue vivita y coleando como en tiempos de Pablo Morillo convirtiendo a La
Heroica en una ciudad tomada que se muere de hambre y de inanición por falta de
recursos públicos y culturales, a pesar de tener una de las culturas vernáculas
mas vigorosas del Caribe y de Colombia, una sabiduría ancestral vitalicia en donde
todas las expresiones artísticas y populares conviven en un perfecto
amancebamiento las unas con las otras, como si de un gran sistema licencioso se
tratara. Así, la literatura se alimenta de la comida nativa condimentada con
los mezclas culturales del caribe, la comida hace lo propio con el frenesí de
la champeta, la poesía y la literatura se comen el lumbalú de los tambores, así
como la pintura y las artes visuales desayunan, almuerzan, comen y hacen la
digestión con la ocupación neocolonial que espanta y oprime a los cartageneros.
A pesar de este caos creativo en donde la ciudad permanece tomada por extraños
y piratas ante la mirada cómplice de las pirañas locales encargadas de allanar
el camino a todas las anteriores, existe una conversación fuerte, ágil y
vigorosa entre poetas, escritores, artistas visuales, teatreros, músicos,
cantantes, bailarines, compositores, sociólogos, antropólogos, cineastas,
artesanos y demás actores culturales que activan constantemente dispositivos de
resistencia y prenden las alarmas ante el posible arrebato de los dineros
públicos destinados a sostener la cultura y el arte cartagenero, como se
evidencia en la activa participación que los artistas han tenido en las
exigencias y toma de decisiones de los actos de celebración de las Fiestas de
la Independencia de Cartagena, un hito patrimonial que reúne todo la tradición
oral y el acerbo histórico de nuestra resistencia negra, mulata y mestiza que
este año cumplió 206 años de celebración, acciones que confirman que el arte es
un contenedor de vida y que dividirlo en cámaras y recámaras termina por matar
su esencia. Sin embargo, y a pesar de las rebeldías, las exigencias desde el
arte se dificultan en una ciudad que convierte a sus hijos en estatuas de sal
ante la más mínima sospecha de desobediencia, aunque la transgresión y la
desobediencia sean siempre síntomas de buena salud. A pesar de todo y en medio
de la resistencia a estos cataclismos, los artistas inauguramos en Barranquilla
el Salón Regional de Artistas del Caribe, una antropofagia caníbal bien curada
y bien montada, que va, viene y se devuelve en el tiempo rescatando del olvido
a muchos artistas de la región y desconociendo a otros por aquello del libre
albedrío de los curadores y dueños del aviso, pero siempre con la clara
intención de volver a leer de manera novedosa nuestra historia artística ahora
en sintonía con las nuevas brisas de liberación que corren sueltas de madrina
por el Caribe. Pero como siempre sucede, estos proyectos llenos de buenas
intenciones, pero repletos de enemigos por dentro y por fuera, caen en
desgracia al estar enmarcados en una mesa de trabajo institucional, ministerial
y almidonada que ignora que los artistas son la materia prima de todos
estos eventos y que son ellos y su obra quienes deben tener antes que nada y
que nadie, todos los privilegios.
Moraleja:
Naveguemos la tormenta con manual propio, lancémonos en caída libre, forniquemos
el arte sin hora y sin pausa y decidamos de una vez, que la autogestión es, el presente y el futuro de nosotros mismos.
Aunque decirlo sea una redundancia.
Muriel
Angulo
“Algunos hechos, exposiciones y obras memorables de
2018”
Esfera
Pública
Noviembre
2018.
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