CARTAS A MI HIJA
“Mi hija
vive en Miami, Estados Unidos, desde abril del año pasado. Hablamos con
frecuencia sobre sus expectativas, sobre lo que hace y lo que no hace, lo que
extraña y lo que añora, lo que le sorprende y decepciona de vivir en ese país.
Me cuenta de sus planes y frustraciones, y en medio de esas conversaciones
lejanas, de esas preguntas que van y vienen, hay algunas que constantemente se
repiten, ¿mami, cómo se hace el arroz con coco? ¿y aquel pudín tan delicioso
que me dabas cuando llegaba del colegio? Mami, enséñame…de esta manera, día
tras día, su necesidad se convirtió en la mía. Reelaboré mis rituales
cotidianos y me puse en la tarea de organizar su libro de cocina en la
distancia. Ya tengo varias recetas y esta es la primera de ellas.”
Después de la caída del Muro de Berlín el 9 de
noviembre de 1989, y el fin de la Guerra Fría, se da inicio a un proceso
económico, tecnológico, social y cultural de grandes dimensiones, que
privilegia las relaciones mercantiles y la sociedad de consumo. Los mercados
locales son absorbidos por grandes capitales que privilegian el rol de las
empresas multinacionales y el flujo del libre comercio, mientras las culturas
pequeñas luchan por no desaparecer bajo el anonimato de la cultura global y
mediática. Geopolíticamente, la hegemonía capitalista continúa asfixiando las
economías emergentes y desplazando a poblaciones enteras en búsqueda de un
lugar donde vivir y desarrollarse. Entre tanto, el individualismo rampante se
convierte en un peligroso síntoma de nuestra enfermedad social, que privilegia
los beneficios individuales sobre los intereses comunes, una pesadilla que va
en detrimento de los vínculos afectivos y las relaciones humanas.
El capitalismo es el aparato de control con mayor
ingerencia en la producción de deseo. Es así como las
Otras culturas, sus creencias y costumbres, son invisibilizadas por la hegemonía del
mercado cultural. La globalización impone reglas económicas a partir de
intereses trasnacionales, dejando sin voz a los grupos humanos minoritarios. De esta manera las tradiciones culinarias, hecho de
vital importancia en la construcción de sentido, son amenazadas por las
políticas neoliberales, poniendo en peligro una de las manifestaciones
culturales mas importantes de la experiencia humana. Al preparar las comidas
tradicionales, reelaboramos un ritual lentamente madurado a través de los
siglos, y al compartirla, nos reconocemos y establecemos vínculos afectivos de
pertenencia. Aquello que comemos y la forma en que lo hacemos, constituyen elementos
decisivos de nuestra identidad y una de las mejores maneras de comunicar
nuestra particular visión del mundo.
Las acciones cotidianas de resistencia o
micropolíticas, son sistemas particulares de representación, que activan el
deseo, definido por Deleuze como acontecimiento o devenir.
Muriel Angulo
2007
CARTAS
A MI HIJA
Fotografía
digital
Dimensiones
variables
Muriel
Angulo
2007
Comentarios
Publicar un comentario